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Orland

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Ale Gabriel

Orland - El Guardián. 20 cm x 20 cm x 30 cm. Plástico. 2018

Orland - The Guardian. 20 cm x 20 cm x 30 cm. Plastic. 2018

Ale Gabriel

Orland - El Encuentro. 20 cm x 20 cm x 20 cm. Plástico. 2018

Orland - The Meeting. 20 cm x 20 cm x 20 cm. Plastic. 2018

Ale Gabriel

Orland. El sueño. 20 cm x 30 cm x 20 cm. Plástico. 2018

Orland. The Dream. 20 cm x 30 cm x 20 cm. Plastic. 2018

Ale Gabriel

The Tape IV. 200 cm x 100 cm. Acrylic, chalk pastel and ink on canvas. 2018

The Tape IV. 200 cm x 100 cm. Acrylic, chalk pastel and ink on canvas. 2018

Ale Gabriel

La lógica inmortal del video-juego. Por Florencia Qualina

Orland tiene, por momentos, enormes ojos negros, una cabeza coronada por antenas, cuello de jirafa flexible como una serpiente, panza de canguro, aletas de dragón. Su nombre evoca al personaje de Virginia Woolf, también a la performer francesa que hace de su cuerpo un lienzo mutante gracias a sistemáticas intervenciones estéticas. Orland, Orlando y Orlan, dominan el arte de la metamorfosis. Alejandro Gabriel imaginó una estructura operística para la criatura proteica que inventó: I) ella -aunque no es ella ni tampoco él- camina incansablemente alrededor de una cinta de moebius; pasea, come y con cada elemento que mastica y digiere, su organismo produce una combustión que la hace cambiar de color. No para de andar y lo hace con lentitud. Debe aburrirse también. II) En algún momento del tránsito, entre sueño y vigilia, encontró a Clin - otro ser misma especie, o parecido, o absolutamente desconocido, pero mucho más pequeño -. III) Orland, luego de meditar el asunto, abandona el nomadismo solitario por otro compartido: se lleva a Clin con ella, lo adopta. Vamos a pasar por alto el relato de las tortuosas ideas que tuvo sobre cuanto le gustaba andar sola y no tener responsabilidades más allá de su propia integridad. Ale insiste en elaborar narrativas que contienen temporalidades no lineales – el Pilki andaba también en una cinta de Moebius; sus pinturas de paisajes y arquitectura contienen imágenes ruinosas y sumergidas que bien pueden ser del pasado o del futuro, quien sabe cuan lejano-; pero sobre todo se detiene a contemplar la vida como destino de transmutación, tan afín a la sensibilidad griega. Cada mito helénico expone la transformación de lo humano hacia otros reinos (animal, vegetal, mineral) o elementos (agua, aire …) como un castigo de los dioses o bien por su clemencia; lo humano no está destinado a permanecer como tal. La pregunta de la Esfinge: ¿Cuál es la criatura que en la mañana camina en cuatro patas, al medio día en dos y en la noche en tres? Nos revela una animalidad cíclica y crepuscular a la que inexorablemente pertenecemos. Dentro de esa conciencia del devenir Ale imaginó a Orland y Clin.

Curaduría:Laura Códega y Malena Pizani Galería Confusión, Buenos Aires, Argentina. 2018. 

Orland: Exposición de Alejandro Gabriel - Por Eugenia Viña

Estallidos orgánicos, de formas psicodélicas. Marea oceánica de microorganismos que navegan por una isla, intestino de la historia, en los que un pez de bordes difusos es habitado por todas las criaturas. Seres terrestres, seres marinos, seres aéreos. El tiempo pierde sus secuencias. No hay pasado, no hay presente, no hay futuro. Sin embargo, toda la historia está reunida en una fiesta de colores y bacterias, donde no hay jerarquías. Amebas, medusas, aguas vivas, dinosaurios, volcanes en erupción, monstruos mitológicos, nubes rosas, ballenas y células mutantes navegan en un supraser multiforme que se mueve estático en el mismo océano infinito, víctima y emperador de una metamorfosis permanente. Orland, la exposición de Alejandro Gabriel curada por Malena Pizani y Laura Códega, dentro del ciclo “El Jardín de las Delicias”, es una composición pictórica- una puesta en escena construida con pinturas, esculturas, objetos- repleta de música. Los seres que habitan ese universo enorme, pero sin embargo perfectamente delimitado, que convocan al caos, pero están lejos de la confusión. La ley de gravedad tiene distintos tiempos y habilita las transformaciones en forma paralela. Los seres caminan, vuelan y nadan. Como Orland y Clin, sobrevivientes de ese estallido histórico, que espejan y contienen todas las formas que les han dado nacimiento. Esculturas de plástico, materiales que remiten al siglo XXI y a la historia del arte, que en su cuerpo son también la historia del mundo, de la industria, de la magia y de las miserias. Dice el artista: “El plástico remite al uso tramposo, no, no es tramposo la palabra sino complejo, de los materiales. Funciona como fusión, es caliente, se derrite y va armando la pieza capa a capa. Así se forma. Y también tiene que ver con el acrílico que uso en mis pinturas. Si lo ves parece suave. Hay algo de la materialidad en mi imaginario que voy pervirtiendo para que no sea tan claro de qué está hecho. El plástico es contemporáneo. es de mis muñecos, de mi infancia. Es lo que yo coleccionaba de chico, animales plásticos.” Orland, ser amorfo que contiene en sí las crestas de los dinosaurios -el peso de la tierra-y semblante marino, por sus múltiples antenas de cartílagos, no está solo. Para Gabriel “Orland es un ser mutante, híbrido, ni hombre ni mujer, es translúcido y opaco, está en la vigilia y en el sueño, en la vida y en la muerte, tiene una dualidad constante. Traerlo a la tierra, darle cuerpo tenía que ver con la piel, con la mutación. Por eso elegí hacerlo en tres colores, tiene varios colores al mismo tiempo.” ORLAND A L EJA N D R O GABRIE L Curaduría:Laura Códega y Malena Pizani Galería Confusión, Buenos Aires, Argentina. 2018. Eugenia Viña Para el artista, la supervivencia sólo es posible gracias a la compañía amorosa, al amor. Clin, Su hijo, su adopción, su entraña, tiene eso que permite el encuentro: dos enormes ojos, como Orland, con quien establece una relación en tres etapas. La relación entre Orland y Clin es una historia de amor entre ellos y con el artista: “Es una relación de amor. como en una pareja. Tenemos tires y aflojes. Yo propongo y él o ella va disponiendo. Lo pienso, lo imagino, pero a aparece a medida que lo voy escuchando. Hasta me di cuenta que Orland es un guardián, un cuidador, un ser que protege. Eso hizo que su fisonomía fuera cambiando y se adaptara a cierta cuestión de cobijo. El nombre responde al libro de Virginia Woolf, el personaje que atraviesa los tiempos, hombre y mujer que atraviesa los tiempos y sigue estando.” Orland y Clin tienen una puesta en escena teatral. Primero se miran, encandilados, encastrados. Pero Clin logra desprenderse, necesitan mirarse. Allí se sorprenden, se recorren, se gustan, se necesitan. Y una vez que Orlando cae (¿está muerto o está durmiendo? Está en un sueño eterno dice el artista), tal vez por el cansancio del universo recorrido, Clin acude a las herramientas que Orland le regaló: le dio más aire y agua que tierra. Clin es una minúscula medusa de formas ambiguas con capacidad de vuelo, condición que le permite hacer de guardián- aún en su pequeñez, en su indefensión, pero repleto de gracia y poderes. Sombrilla de plástico mágica que le dará a Orland la sombra necesaria para que el sol y el calor no lo derritan. Las pinturas están construidas con capas, decenas de capas, miles de tiempos, que no las delimita, sino que hace de sedimento, las atraviesa. Como los personajes que viene creando el artista. Primero fue Pilki Pilki, ser digital que un video transitaba de forma alegre e ingenua por una banda de Moebius, donde el paso del tiempo era inexistente, haciendo de Pilki Pilki un ser eterno. Sobre la relación entre estos dos personajes conceptuales el artista explica: “Orland y Pilki Pilki forman parte de una misma mitología, de cierto mundo que es entre acuático y galáctico. Si Pilki es más infantil, alegre, bailarín de videojuego, más ligero, Orland sería como un abuelo sabio. Más pesado. Con otra consistencia. Orland tiene algo infantil, primitivo y algo del futuro. De hecho, aquí aparece este nuevo personaje Clin, medusita, agua viva, aérea como el sonido de una campana. Más ligero. Eso trabajo en estas escenas. Al principio Clin lo ve dormir, Orland sueña, después se encuentran, después lo adopta. O puede verse también el encuentro y finalmente el despedirse, en un sueño eterno. Depende de cómo se lea la historia.” En el universo de Alejandro Gabriel nada es lo que un principio parece, aunque lo contenga. Infantil y sofisticado, amoroso y peligroso, pasado y futuro, donde la magia y lo oscuro- o la vida y la muerte- es una cuestión de sutileza mortal, de cantidades. Como enseñó Paracelso : “Sólo la dosis hace al veneno”.


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